Seleccionar página

123abc

Décimo paso de Neuróticos Anónimos

Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocamos lo admitimos inmediatamente.

A medida que trabajamos los primeros nueve pasos nos preparamos para la aventura de una vida nueva. Pero cuando llegamos al Décimo Paso empezamos a llevar a la práctica la nueva manera de vivir que hemos logrado en N.A.; día a día en cualquier circunstancia. Entonces se presenta la prueba más difícil: ¿podemos mantenernos tranquilos y emocionalmente equilibrados? ¿Podemos vivir teniendo metas útiles, en cualquier situación en que estemos?.

A medida que trabajamos los primeros nueve pasos nos preparamos para la aventura de una vida nueva. Pero cuando llegamos al Décimo Paso empezamos a llevar a la práctica la nueva manera de vivir que hemos logrado en N.A.; día a día en cualquier circunstancia. Entonces se presenta la prueba más difícil: ¿podemos mantenernos tranquilos y emocionalmente equilibrados? ¿Podemos vivir teniendo metas útiles, en cualquier situación en que estemos?.

Cuando un alcohólico sufre una cruda terrible porque ayer bebió con exceso, no puede vivir hoy como es debido. Pero hay otra clase de cruda que todos hemos sufrido sin haber bebido. Esta es la cruda emocional, resultado directo del exceso de emociones negativas, cometido ayer y a veces hoy -cólera, miedo, celos y similares-. Si vamos a vivir serenamente hoy y mañana necesariamente debemos tratar de eliminar esas crudas.

Esto no significa que recordemos con morbidez el pasado. Requiere admitir y corregir nuestros defectos ahora. El inventario nos permite liquidar nuestro pasado. Cuando hemos hecho esto, ya podemos dejarlo atrás. Cuando hemos hecho cuidadosamente nuestro inventario y estamos en paz con nosotros mismos, llegamos al convencimiento de que los desafíos del mañana se afrontan a medida que se presenten.

Aunque en principio todos los inventarios son iguales, el factor tiempo los diferencía entre sí. Hay un inventario que hacemos donde estamos y a cualquier hora, si nos hayamos embrollados. Otro es el que hacemos al finalizar el día, cuando repasamos los sucesos de las horas que acaban de transcurrir. Aquí hacemos un balance anotando en nuestro favor lo que hemos hecho bien y en contra lo que debemos. También hay ocasiones en que estando solos o con nuestro padrino o nuestro consejero espiritual, revisamos cuidadosamente los progresos logrados desde la última vez en que hicimos inventario. Muchos N.A., son partidarios de hacer dos veces al año un inventario general minucioso. Muchos somos partidarios de un retiro ocasional en el que, alejados del mundo y con entera tranquilidad, podemos hacer una revisión de nuestras vidas, y practicar la meditación.

¿Esta práctica no es aguafiestas y una pérdida de tiempo? ¿Tienen que pasarse los N.A., la mayor parte del día desmenuzando los errores de sus actos y lo que dejaron de hacer? Ciertamente, no. Se hace mucho hincapié en el inventario porque muchos de nosotros no teníamos la costumbre de hacer el avalúo de nosotros mismos. Una vez encarrilados en esta saludable práctica, resultará tan interesante y provechosa que no nos importará el tiempo que en ello empleamos. Porque estos minutos, a veces horas, dedicadas a autoexaminarnos pueden hacer que las demás horas del día sean mejores y más felices. Y a la postre nuestros inventarios se vuelven parte normal de nuestra vida cotidiana, dejando de ser algo fuera de lo común.

Antes de hacernos preguntas acerca del inventario que se practica a cualquier hora y donde sea que se esté, examinaremos en qué circunstancias puede hacerse.

Es un axioma espiritual que cada vez que nos alteramos, no importa cual sea el motivo, hay algo que no está bien en nosotros. Si alguien nos lastima y nos molestamos, también andamos mal. Pero, ¿no hay excepción a esa regla? ¿Qué de la ira que tiene “justificación”? ¿no podemos molestarnos con las personas que se vanaglorian de su rectitud?. Para los que somos miembros de N.A., estas excepciones son peligrosas. Hemos descubierto que la ira justificada es sólo aquellos que pueden manejarla.

Pocas gentes han sufrido más por los resentimientos que nosotros los neuróticos. No importa que nuestros resentimientos sean justificados o no. Una explosión de cólera puede echar a perder todo un día, y un solo resentimiento arraigado puede hacernos ineptos e infelices. Generalmente tampoco sabemos distinguir la ira justificada de la que no lo es. Desde nuestro punto de vista siempre está justificada. La cólera, ese lujo ocasional de gentes equilibradas, puede mantenernos, indefinidamente en un estado lamentable. Estas “parrandas emocionales secas” frecuentemente nos conducían con derechura a una crisis y buscar una vía de escape (drogas, alcohol, juego, etc.). Otra clase de disturbios como los celos la envidia, la lástima por nosotros mismos, el amor propio y otros, también nos llevaron a lo mismo. Hacer esa clase de inventarios a que nos estamos refiriendo puede ayudarnos mucho cuando estamos agobiados por esos disturbios.

El inventario que se practica a diario tiene su aplicación directa en los problemas que se nos presentan en el transcurso del día. Si es posible, debe esperarse hasta que se disponga de suficiente tiempo para considerar problemas de larga duración. El inventario diario rápido nos ayuda especialmente en las altas y bajas de nuestra vida cotidiana y en particular cuando se trata de gentes o de sucesos que rompen nuestro equilibrio que nos conducen a cometer faltas. En todas estas situaciones necesitamos de moderación, de un honrado análisis de cada una de ellas, de buena voluntad para admitir nuestra culpabilidad cuando la tenemos y de igual buena voluntad para perdonar cuando la culpabilidad es de otros. No debemos desanimarnos cuando caemos en los errores de nuestras antiguas costumbres por que esta disciplina no es fácil. Debemos procurar el progreso y no la perfección.

Nuestro primer objetivo será el fomento de la moderación. Esto ocupa un lugar principal. Cuando hablamos o actuamos a la ligera o imprudentemente, la capacidad para ser imparcial desaparece en el acto. Una salida hiriente o un juicio emitido voluntariosamente puede empañar todo un día, y hasta todo un año, nuestras relaciones con otra persona. No hay nada como la moderación en la palabra y en lo escrito. Debemos de evitar la crítica irascible, lo mismo que el mal humor y el desdén silencioso. Estas son trampas emocionales que nos tienden el orgullo y la vanidad. Debemos fijarnos en ellas y considerarlas con cuidado. Porque no podremos pensar ni actuar debidamente hasta que el hábito de la moderación no se vuelva automático.

Los problemas desagradables o inesperados no son los únicos que requieren control de uno mismo. Debemos ser igualmente cuidadosos cuando empecemos a tener un cierto grado de importancia y de éxitos materiales. Porque a nadie le satisface más que a nosotros esa clase de éxitos; cuando nos embriagábamos con ellos confiados en que siempre nos causarían euforia. Cuando tuvimos rachas de buena suerte le dimos rienda suelta a la fantasía, imaginándonos toda clase de triunfos. Así, cargados de una orgullosa confianza en nosotros mismos, jugábamos a ser personajes importantes. Desde luego que los demás, aburridos o a veces heridos, nos daban la espalda.

Ahora que estamos en N.A., serenos y recuperando la estimación de nuestros amigos y de las personas que tratamos en nuestros negocios nos damos cuenta de que necesitamos ejercer una vigilancia especial. Como medida para evitar nuestros sueños de grandeza, podemos hacer una pausa y recordar que solamente estamos tranquilos por la Gracia de Dios y que cualquier éxito que logremos se deberá más a Dios que a nosotros mismos.

Finalmente cuando empezamos a darnos cuenta de que toda la gente, nosotros inclusive, tiene un mal emocional y que frecuentemente se equivoca también, quiere decir que ya nos aproximamos a la tolerancia y que empezamos a comprender lo que es el amor al prójimo. Cada vez será más evidente que no tiene objeto enfadarse o sentirse herido por los actos de personas que tienen sufrimientos parecidos a los nuestros.

Un cambio tan radical en nuestra manera de ver las cosas requiere bastante tiempo. Pocas personas pueden decir con honradez que aman a todos sus semejantes. La mayoría de nosotros admite que ha tenido ese sentimiento sólo para unas cuantas personas; que muchos otros nos han sido indiferentes mientras nos perjudicaron y que en lo que respecta a los demás, nos resultaban verdaderamente antipáticos, o los odiábamos.

Aunque estas actitudes son bastante comunes, nosotros los N.A., comprendemos que necesitamos de algo más que lo usual para poder mantener nuestro equilibrio. Si tenemos rencores, estos nos lo impedirán. Aunque sea paulatinamente tendremos que descartar la idea de que podemos ser afectuosos con una cuantas personas, indiferentes con otras y de que podemos seguir odiando o temiendo a quien fuere.

Podemos dejar de abrumar a nuestros seres queridos con exigencias irrazonables. Podemos demostrar bondad donde no lo habíamos hecho. Podemos empezar a practicar la cortesía y la justicia con aquellos que nos caen mal, tal vez llegando hasta el grado de tratar de comprenderlos y de ayudarlos.

Cuando les fallamos a esas gentes, podemos admitirlo con prontitud, ante nosotros mismos siempre, y ante ellas si el hacerlo fuera provechoso. Cortesía, bondad, justicia y amor son la clave para lograr la armonía con casi cualquier persona. Cuando estemos inciertos podemos hacer una pausa exclamando: “Hágase Tu Voluntad, no la mía”. Y podemos preguntarnos con frecuencia: “¿Estoy actuando hoy con los demás como quisiera que ellos lo hicieran conmigo?”.

Muchos de nosotros, por la noche, antes de dormirnos hacemos un balance de nuestro día. Es oportuno recordar que en el balance no solamente se apuntan defectos. Malo será el día en que no haya algún buen acto en nuestro favor. Es un hecho que cuando despertamos por la mañana se nos ocurren muchas ideas constructivas. Tenemos buenas intenciones, pensamientos y propósitos. Cuando a pesar de nuestras buenas intenciones hemos fallado en algo, el balance es a nuestro favor. En estas condiciones las penas que nos causan el fracaso se convierten en haber. De allí recibimos el estímulo necesario para seguir adelante. Un sabio dijo que el dolor es la piedra de toque del progreso espiritual. Los N.A., estamos completamente de acuerdo en esto porque sabemos que los sinsabores que acarrean los disturbios emocionales tenían que venir antes de la serenidad.

Al hacer nuestro balance del día, debemos examinar cuidadosamente los motivos que tuvimos detrás de aquellos de nuestros actos y pensamientos que parezcan equivocados. En la mayoría de los casos no será difícil comprender esos motivos. Cuando estuvimos orgullosos, coléricos, celosos, afligidos o temerosos, actuamos bajo la influencia de aquel estado. En este caso, solo necesitamos reconocer que pensamos o actuamos mal, tratar de darnos cuenta de cómo lo pudimos hacer mejor y tomar la resolución de, con la ayuda de Dios, aprovechar el día de mañana estas lecciones, tratando de corregir lo que sea necesario y que hayamos pasado por alto.

En otros casos solamente un escrutinio minucioso nos revelará verdaderamente los motivos. Hay casos en los que nuestro viejo enemigo, el racionalismo, surge para justificar una conducta que en realidad estaba equivocada. En estos momentos tenemos la tentación de imaginarnos que tuvimos muy buenos motivos y razones que en realidad no tuvimos. “Criticamos en una forma constructiva a alguien que lo necesita, cuando en realidad estábamos tratando de ganar una discusión estéril. O, si no estaba presente el interesado, creíamos que lo estábamos haciendo para tratar de que otros lo comprendieran, cuando en realidad lo estábamos rebajando para sentirnos superiores. Algunas veces heríamos a seres queridos con el pretexto de “enseñarles una lección” y la realidad era que queríamos castigarlos. Estábamos deprimidos y nos quejábamos de que nos sentíamos mal, cuando en realidad queríamos que nos compadecieran y que se fijaran en nosotros.

Este extraño rasgo mental y emocional, este deseo perverso de disfrutar un motivo malo con uno bueno, es muy común en los actos humanos. Esta clase sutil y elusiva de fariseísmo puede estar en los pensamientos y actos más insignificantes. La esencia del desarrollo del carácter está en detectar, admitir y corregir estas fallas. Un arrepentimiento sincero de las faltas que hemos cometido, una gratitud genuina por las bendiciones que hemos recibido y buena voluntad para el logro de metas superiores, serán los fines positivos a que aspiraremos.

Después de considerar nuestro día en esa forma, sin omitir anotar lo que ha sido bien hecho y de esculcar nuestro corazón sin temor ni parcialidad, podremos ciertamente darle gracias a Dios por las bendiciones que hemos recibido y podremos dormir con la conciencia tranquila.

«Los doce pasos de Neuróticos Anónimos»

Los doce pasos de neuróticos Anónimos
Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Dudas frecuentes

¿Hay límite de edad?

Las salas de reuniones de NA son para personas mayores de edad. Sin embargo, hay grupos que tienen salas para menores, llamadas Neuratín.

¿Tiene algún costo ser miembro?

Ninguno. Toda la terapia en nuestros grupos es totalmente gratuita. Los gastos que se generan son cubiertos por aportaciones voluntarias de sus miembros.

¿Puedo llevar a un familiar que se que está sufriendo?

La asistencia a las reuniones de NA son voluntarias, nadie debería ir obligado o forzado. Nuestra forma de difundir el programa es a traves de la atracción, no de la promoción. 

¿Como puedo saber si soy neurótico?

A través de la asistencia a las juntas. Si tras asistir a las reuniones y conocer el programa usted decide que le podemos ayudar, quizás considere que sus problemas son por la Neurosis.