Para mi, la vida no tenía sentido ya. Había intentado todo para salir del negro agujero donde me encontraba, pero la desesperación y la tristeza no me abandonaban, así que decidí quitarme la vida.
No sólo quedó en deseo, sino que lo intenté por medio de pastillas. Mi esposa estaba embarazada, yo no tenía empleo, no podía comunicarme ni siquiera con mi familia. Los celos me consumían a tal grado que pasaba horas espiando a mi esposa en su trabajo.
Había a mi alrededor todo para poder tener una vida útil y feliz, sin embargo, no podía ser ni una cosa ni la otra. Me aterraba la vida, me aterraba fallar, me sentía inseguro de todo lo que hacía, y aunque en el fondo me sentía como un león, era un león cobarde, sin agallas, sacando mi frustración con los más débiles, siendo abusivo, agresivo y desconsiderado. Por otro lado, comportándome como un cobarde con la gente a la que veía superior, o francamente, con la gente que me daba miedo, y eso, a su vez, me generaba más frustración.
Yo podía vislumbrar mi actuar, no reconocerlo, pero sí que me daba cuenta de mis carencias, de mis actos inapropiados, o de mal juicio, de mi situación en general, pero no podía hacer nada para cambiarlo. Tras fuertes exabruptos de mi parte venía a mi un arrepentimiento feroz que me hacía sentir tan culpable, tan arrepentido, que había en mi sinceros deseos de cambiar, y de hecho lo hacía por un tiempo, pero nunca fue algo duradero.
Cuando llegué a un grupo de Neuróticos Anónimos, sucedió un cambio enorme en mi desde los primero días. Dejé de beber, me sentía más lleno de vida y de esperanza, las cosas comenzaron a mejorar en casa y ese fue el primero de muchos regalos que el grupo me daría.
Los problemas siguen apareciendo, como a todos nos pasa, pero la forma de encararlos es muy distinta. El grupo ha sido un parte aguas en mi vida, en la vida de mi familia y en la gente que me rodea. Te invito a que conozcas este programa de vida.
0 comentarios